Marzo de 2019. Saludos una vez más de estos cicloturistas intrépidos amantes del deporte y el buen yantar, que no sólo de pan vive el hombre. De nuevo en ruta por los campos de Castilla. Zamora, Salamanca y Ávila son nuestros destinos de estos días. Partiendo de Tordesillas, ponemos rumbo a Zamora por los caminos de la ribera del Duero.
12 de Marzo, primer día de ruta.
Partimos de Tordesillas donde llegamos la noche anterior y donde el famoso “Toro de la Vega” aparece por cada esquina del pueblo.
“Toro de la Vega”: Persecución de un toro por decenas de picadores y lanceros que intentaban alancear a la res hasta la muerte después de soltarla en el pueblo y llevarla hasta la vega del río Duero por corredores aficionados. Sin comentarios…
Por entonces, aparecían pancartas en el pueblo en las que se leía “Salvemos el Toro de la Vega”, pero no al toro, no, “La Fiesta”. ¿¿ Salvemos ??.
Afortunadamente la salvajada del “Toro de la Vega” ya terminó. Pero tuvo que ser con sentencia del Tribunal Supremo en 2019.
Pero Tordesillas es más que eso. Para nosotros sólo era punto de partida y no de visita aunque no porque no tenga historia sobrada para ello. Entre otras cosas que reseñar, allí se firmó el “Tratado de Tordesillas” en 1494 entre Castilla y Portugal mediante el que ambos se repartieron los territorios americanos del Nuevo Mundo.
Iniciamos la ruta por la ribera del Duero no sin antes echar un vistazo atrás a la ciudad con su puente medieval.
Y además de patatas, remolacha, maíz y todo tipo de cereales, que hay de bueno en la Ribera del Duero ??..
De camino a Madridanos, donde nos esperaban Teo, su mujer y su hermano, amigos de Juan, pasamos por Villalazan donde estaba el bar de Sebas que nos recoméndó Teo. Comimos pero que muy bien.
Llegamos a La Hiniesta dónde Carmen nos tenía ya preparada la Jaima en su casa. Allí, en la planta alta de la casa que se ve detrás.
Pasamos una noche con cena desayuno que Carmen preparaba con productos cosechados por ella. Y para dormir…, pues en la jaima que véis. Oye, ni tan mal. Uno en cada esquina pa no molestar.
Pero no adelantemos acontecimientos. A casa de Carmen llegamos por la mañana y después de aposentarnos en nuestra super tienda de campaña, cada uno en una esquina, pues duchita y visita a Zamora.
Aquí el Puente de Piedra, importante paso del Duero en la Vía de La Plata para mercancías y rebaños transhumantes en el pasado.
Esperando a Juan y Fernando, que se habían ido a dar un masajito, el resto nos recorrimos el centro de Zamora entre la Plaza Mayor y la Catedral un par de veces por una calle central que iba de la una a la otra.
Cena estupenda que nos preparó Carmen y a nuestros aposentos, bueno, aposento.
Sólo un par de problemillas…., el baño estaba por hacer y en su lugar había dos bajantes preparadas para ello y unos bidones de plástico con la base cortada u puestos boca abajo contra las bajantes. Esto era por si “la próstata” apretaba durante la noche ya que, mira por donde, tampoco había escalera interior para bajar al baño…
…La escalera estaba fuera, al raso, y más vertical que un chopo. Si querías mear había dos opciones, o arriegarte a coger un resfriado o intentarlo en el retrete de plástico. A más de uno despertó el “Churrrr…” de unos y otros a altas horas de madrugada.
Fue divertido, pero si hay próxima vez, nos aseguraremos primero que haya hecho un baño como dios manda que dicen los abuelos. Desayuno copioso y rico y, en marcha..
13 de marzo. Segundo día de ruta. En marcha hacia Salamanca.
Salimos de los vericuetos de Zamora hasta campo abierto y repartimos tarea: Hoy le toca furgo a Antonio que avanzará 45 km y volverá a nuestro encuentro en bici.
LLegando a Peleas de Arriba y aprovechando una parada técnica del resto detrás de una zarzas me escapé en una cuestita para hacer de reportero gráfico. Aquí Fernado que dejó tirado al resto.
Monumento a Fernando III el Santo en el lugar que ocupó el monasterio de Nuestra Señora de Valparaiso o “monasterio de Peleas”.
A unos dos o tres km pasado Peleas de Arriba está el monumento a Fernando III el Santo en el lugar donde se ubicaba el monasterio de Peleas donde nació el rey en 1201 y que desapareció con la desamortización de Mendizabal. En la leyenda se explica la historia y en la Wikipedia también.
Antonio ha “espabilao” y desde el punto acordando dónde ha dejado la furgo ha venido a nuestro encuentro.
El “Castillo del Buen Amor”. Construido sobre los restos de un castillo anterior del siglo XI, en 1477 pasó a ser propiedad de Alonso Ulloa de Fonseca Quijada, obispo de Ávila quien lo reconstruyó y lo hizo su residencia habitual. Actualmente es un Hotel medieval nada barato por cierto.
El interior del castillo es realmente espectacular. Se puede visitar una parte. Como hotel para celebrar un finde romántico es ideal. Pelín caro, pero en esas circunstancias ¿ quien piensa en el dinero ?.
Que abnegada la vida del Sr. Obispo dedicada por entero a la oración, la caza y el amor a su Teresita del alma.
Verdaderas joyas en el interior con las paredes plagadas de escenas de caza. Pero que bien vivía el Sr. Obispo..!!!
En una de las estancias vimos unos curiosos “cinturones de castidad”. He perdido las fotos, una pena porque eran realmente originales. No se si es que el Sr. Obispo no se fiaba mucho de su amante.
Y seguimos camino hacia Salamanca. Pedro y Juan se fueron de avanzadilla con la furgo hasta el hotel mientras nostros hacíamos entrada triunfal en la emblemática Plaza Mayor.
Buscamos la famosa “Ranita de la Suerte” en la fachada de la universidad (a ver quien es el guapo que la descubre aquí),
Por cada rincón nos encontramos maravillas como la fachada del Convento de San Esteban.
Y como no, la Catedral Nueva de Salamanca.
Y aparte de todos estas maravillas, y muchas más, están otras de las que Salamanca está mas que sobrada y que tienen que ver con las horas de comer.
Pero es que tenemos uno que no come cadáveres y hoy tocó otra cenita vegetariana. Después de eso a la cama que, como dice mi padre, “es buen prao, que si no se come se está tumbao”.
14 de marzo. Tercer día de ruta: Destino, Avila.
Algunos desayunamos en el hotel y otros decidieron que había sitios más interesantes en las proximidades. Les salió mejor, al menos volvieron contentos.
Y en marcha. Bajamos a la ribera del Tormes para seguir un paseo, carril bici, que nos llevó hasta la salida en la nacional 501 en dirección a Avila.
44 km de aburridos llanos hasta Peñaranda de Bracamonte donde nos esperaba la furgo para comer. Poco que reseñar de este tramo, tan sólo que yo me iba quedando atrás poco a poco, era como si no hubiera desayunado bien. Fernando iba delante cortando viento pero nada. Después de bastantes km me paro y resulta que llevaba la bici frenada.
Yo me adelanté con la furgo hasta Chaherrero, una aldeita a unos 30 km y allí esperé al resto donde dimos por terminada la aventura ciclista.
Nos adecentamos un poco y a las murallas de Avila donde ya nos esperaba Pepa en la puerta de la muralla que da acceso a la Plaza del Rastro.
Pepa nos acompañó un rato en su casa hasta que se tuvo que ir porque una amiga tenía problemas. Allí nos dejó, en su casa y admirando sus pertenencias y recuerdos. No le cabía ni un alfiler en las paredes de las habitaciones repletas de objetos de todo tipo y fotos de sus andanzas.
Hicimos un recorrido turístico por el centro y haciendo algunas compras como las famosas yemas de Santa Teresa que, por cierto, son saquitos de azucar puro.
No podía faltar la visita a la catedral. Y a media tarde vuelta a casita y hasta la próxima.
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